lunes, 6 de junio de 2011

El comienzo

[5-06-2011]

El pantano del Guadalmellato está entre las localidades de Alcolea y Obejo, en la provincia de Córdoba. El acceso es, hoy por hoy, limitado y difícil. Una carreterita mal asfaltada y a la que le sobran curvas bordea, aunque a mucha distancia, el embalse. Antes, era mucho peor. Cerca se encuentra el río Guadalbarbo, y ambos están en la cuenca del Guadalquivir.
En lo alto de un pequeño cerro, de los más bajos y cercanos al agua, hay unas ruinas. Dos grandes pilares de hormigón armado continúan de pie. El resto se ha dejado vencer por el paso del tiempo, y se amontonan los ladrillos rotos junto a las jaras, que ya brotan por todas partes. A pesar de lo ruinoso, aún se ven partes bajas de las paredes que formaban las salas: a dos alturas, cuatro grandes habitaciones constituían la que fue aquella casa. Allí, hace hoy 83 años, nació ella.
Un poco más allá, de espaldas al pantano y pegado a un camino de tierra, se encuentra un dintel caído. La parte más grande aún conserva dos azulejos, ya rotos y desgastados, de un estilo muy típico andaluz, blanco y azul. Lo que un día fue la entrada principal, son hoy un montón de piedras rotas y mohosas. Nada más asomarse, y girando un poco la cabeza hacia la izquierda, se ve el pantano. Una de las vistas más bonitas.
Desde ahí se puede ver, perfectamente, el centro del embalse que forma el conjunto de colas. En él, se encuentra el morabito, un merendero que mandó construir Alfonso XIII para la inauguración del pantano. Más tarde, y sin tanta gracia, Franco iría allí a cazar patos. Unas columnas forman un círculo de no más de 10 m2, y se juntan mediante arcos que bien podrían recordar a la mezquita de Córdoba. Luce un color amarillento, la pintura se ve desgastada. Hace 77 años, fue rojo. Así es como lo recuerda, como lucía cuando la llevaron a verlo de cerca. Pero esa es otra parte de su historia, que yo hoy he comenzado a contar.






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